Plata y los pedazos de un ídolo en desgracia

Gonzalo Plata, en un cotejo con la camiseta del Real Valladolid. Foto: @realvalladolid

“Futbolista ecuatoriano choca su automóvil con demasiado alcohol en la sangre“. No importa cuando usted lea esto. Esta frase es una especie de mantra maldito del jugador nacional. Ahora le ha tocado a Gonzalo Plata encarnar esa condena, una suerte de historia cíclica que los futbolistas del país repiten y repiten.

Por fortuna, Plata no llegó a los dolorosos extremos de Otilino Tenorio o Carlitos Muñoz, aniquilados por la peligrosa ecuación de alta velocidad y juerga. Pero, aunque Plata salió prácticamente ileso del choque, su accidente en Valladolid sigue siendo gravísimo, tanto por las implicaciones materiales y legales como por las simbólicas. Es, fatalmente, una afrenta (una más) al profesionalismo que siempre se espera de un ídolo.

¿Y qué mismo se espera, ya que estamos, de un ídolo? Los deportistas han reemplazado a los héroes de antaño, los militares, y por eso la sociedad tiende a exaltar demasiado sus virtudes, olvidando que los atletas también son humanos y, por ende, imperfectos, para darles un peso para el que, como es lógico, no están preparados para sobrellevar.

Ya lo afirmó Eduardo Galeano en su famoso texto sobre este particular: “el ídolo es ídolo por un rato nomás, humana eternidad, cosa de nada“. Si bien es injusto darle al deportistas todo el peso de representar a un país, sobre todo cuando muchas veces ese país no le ha dado nada durante su infancia, de todos modos se espera algo: profesionalismo, honor y humildad.

Como bien lo escribió Pablo Campos (@pablocampos79), el deportista debe al menos asumir que el cuerpo es su herramienta de trabajo, así que debe honrar el compromiso evidente de cuidarse. Y ese cuidado no está solamente en los trabajos físicos propios de cada disciplina, sino en las virtudes: leer, aprender a manejar el dinero, balancear la justa necesidad del esparcimiento con la salud, ayudar a la comunidad y otras más.

La cancha es solamente un escenario de la vida pública del deportista. Por eso, el profético exjugador Carlos Tenorio reclamó en público a Plata por no hacer algo tan elemental como saludar a los guardias que lo reciben en el complejo de la Tricolor. ¿De verdad el cuerpo técnico le dejó pasar esta mala conducta?

Aunque ya había pistas más sólidas de que algo no estaba bien con Plata, sobre todo por las quejas del entrenador del Sporting de Lisboa en cuanto a la actitud del ecuatoriano, mareado por su repentino éxito: campeón sudamericano, transferido a Europa antes de los 20 años, jugador estelar del equipo nacional que está por clasificarse al Mundial de Catar.

El incidente de Plata, además, nos plantea preguntas más de fondo. ¿Un chico de 21 años puede estar al volante de un Mercedes-Benz, un auto que no es precisamente de clase media? ¿En las divisiones menores de Ecuador se ha trabajado a fondo en el desarraigo de una juventud alejada de los padres, que a su vez puede conducir al alcohol y otros vicios? ¿Alguien asesora a los jugadores ya consolidados para que su carrera sea larga y su dinero dure toda la vida?

Plata deberá pagar este error, tanto deportiva como judicialmente. Lo bueno es que no murió y que no se lastimó a ningún inocente. No tiene por qué acabar como Garrincha, George Best o tantos otros célebres ídolos que se autodestruyeron y que dieron pie a que Galeano escribiera esto: “A veces el ídolo no cae entero. Y a veces, cuando se rompe, la gente le devora los pedazos“.

Plata tiene la edad para recuperar sus pedazos, rearmarse y seguir con su carrera. Muchos lo lograron. Costará digerir este mal momento, pero depende de él encontrar el camino. Madurar implica aceptar los errores, dejarse ayudar y, ahora sí, convertirse en un profesional de verdad.

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Así quedó el auto que manejaba Gonzalo Plata. Foto: @MARCAvalladolid

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