La Tri femenina, de la expectativa a la enorme decepción

Emily Lima, durante la Copa América del 2022. Foto: @LaTri

La entrenadora brasileña Emily Lima se fue de Ecuador y quedó la sensación de que con ella no pasó absolutamente nada. Fue como esos presidentes, tan livianos y apáticos, que ni siquiera aparecían en las viejas láminas para las tareas escolares. La presencia de Lima en la Tricolor puede resumirse como un hiato de dos años y medio en que el balompié femenino ecuatoriano.

Incluso el mensaje de despedida de Lima resultó insípido, acorde a este período. En un post aparecido en su cuenta de Twitter este 25 de julio, la entrenadora se despidió de la Tricolor de mujeres ¡en portugués y no español! Obviamente, el real destinatario de este adiós «con la cabeza erguida», como ella mira su salida, era la dirigencia de su país. Lima fue la primera mujer que dirigió a la Selección brasileña de mujeres, así que hay un prestigio que cuidar y una hoja de vida que acomodar, pese al fracaso en Ecuador. Y un empleo que conseguir.

Porque, en efecto, fracasó. No importa si este naufragio en la Copa América femenina estuvo condicionado por la pandemia, el bajo nivel del campeonato local (que apenas es semiprofesional, pese a los esfuerzos por aumentar su volumen) y los errores de todos los involucrados en la categoría. Lo cierto es que esos mismos problemas los han tenido todos los demás entrenadores de América del Sur, desde la vapuleada Bolivia hasta la arrolladora Colombia. Las quejas de las jugadoras de todos los países son las mismas.

El mayor aporte de Lima estuvo en la toma de consciencia, en su constante llamado a invertir en el fútbol femenino, en instalar semilleros permanentes y en apostar decididamente por la profesionalización de la categoría. Porque, es verdad, no se puede aspirar a mucho con jugadoras que tienen otras ocupaciones para sobrevivir. La DT quiso sensibilizar por ese lado y exigió que se fortaleciera el trabajo con las jugadores desde los 15 años y más atrás. Cómo no darle la razón.

Lima, sin embargo, es una nueva víctima de la dicotomía del fútbol: ¿queremos formar o queremos ganar? Lamentablemente, ella vino con la expectativa de ganar. Por supuesto, el seleccionador nacional también es un maestro (por eso, los jugadores y la prensa llaman «profesor» al director técnico), pero su meta principal es la de obtener los puntos. Los principales formadores son los entrenadores de las formativas y los clubes. La meta de Lima y su gente, para no engañarnos ni autocompadecernos más, estaba escrita en los posteos oficiales de la Selección, enlazados por la etiqueta #JuntasPorElObjetivo.

Sí, juntas por el objetivo… de triunfar. El objetivo no era el de aprender a convivir ni el de mejorar los tiros libres ni el de hacer correctamente los pases al 9. La meta era clasificarse al Mundial o, al menos, acabar en quinto puesto. Hubiera bastado, para ser menos exigentes y más realistas, con una victoria adicional sobre Chile (que jugó mal todo el torneo) o Paraguay, o al menos un empate. Vencer a Bolivia, que marcha en en puesto 91 del escalafón FIFA, no eran ni de lejos lo mínimo que se le pedía a una entrenadora que trabajó 30 meses solamente para esta Copa América en Colombia, que repartía boletos al Mundial, los Juegos Olímpicos y los Panamericanos.

Con Lima, Ecuador se muestra estancado. Para entenderlo, repasemos a grosso modo cómo está el balompié de mujeres en nuestra región. Brasil está por encima de todos, no solo por su pasado de ganador casi hegemónico de la Copa América, sino por la producción de talentos como Adriana y Debinha, imparables como alguna vez lo fueron Romario y Bebeto. La entrenadora es la sueca Pia Sundhage, doble medallista de oro olímpica y campeona del mundo, cuya meta es europeizar a Brasil. Porque, aunque Brasil sea lo máximo en América del Sur, aún está lejos de Europa.

Selección de Ecuador, antes de perder 2-1 con Paraguay. Foto: @LaTri

Luego están Argentina y Colombia, con procesos mucho menos estructurados pero que, de todos modos, avanzan, llaman la atención, atraen cada vez más a la gente. El resto, siempre fue un pelotón más o menos parejo, con Chile por encima aunque ahora, paradójicamente, el entrenador José Letelier, en el banquillo desde el 2015, sufre una crisis propia del desgaste: pasó de ser el gestor de una importante renovación del fútbol femenino chileno a un terco personaje que solo convoca y hace jugar a las mismas de siempre. Por eso, y aunque al menos logró colocar a Chile en la repesca mundialista de febrero, quizá sea despedido.

Sigamos. Paraguay apeló al DT brasileño Marcello Frigério, en el banquillo desde 2019 y que ha logrado subir el nivel de las guaraníes. Venezuela, que contrató a la italiana Pamela Conti, igualmente desde el 2019, y pudo plantar a un combinado vinotinto mucho más sólido que en otras ocasiones. Ecuador también se sumó a la tendencia de reclutar entrenadores extranjeros para subir el nivel, pero fue el único que no mostró casi nada alentador que indique que hubo un progreso similar al de los rivales.

Finalmente, quedará para el debate si Lima se equivocó al dejar fuera de la Copa a la volante ofensiva Madelin Riera, veterana de las competiciones femeninas ecuatorianas y que en los últimos tres campeonatos ha finalizado como máxima anotadora, además de campeona. Luego de un impasse entre Riera y Lima, y la entrenadora decidió no tomarla en cuenta, pese a que era evidente que no existía otra artillera con esa capacidad. Lima prefirió imponer el principio de autoridad que negociar, corrió el riesgo y Ecuador careció de gol.

Algún día se harán públicos los detalles de lo que ocurrió entre Riera y Lima. Pero lo urgente es replantear el camino de la Tricolor femenina, que no es otra cosa que el reflejo del fútbol de mujeres en un país que todavía está muy lejos en que todas las instancias trabajen #JuntasPorElObjetivo.

Deja un comentario