Célico y un sueño destruido en la vorágine de Barcelona

El segundo nombre de Jorge Célico es Fortunato, que significa afortunado, suertudo, bendecido. Pero este entrenador argentino lo que menos tuvo en Barcelona SC fue suerte, ese difuso ingrediente que aún es importante en el fútbol, pese al arrollador avance de eso que llaman data, llamado a ser más concreto y fiable.

Célico fue despedido luego de la desconcertante derrota 2-1 ante Gualaceo en Azogues, este 3 de septiembre, resultado que no es de todos modos tan increíble si se analiza el rendimiento del equipo en la segunda fase: solamente ganó 3 de los 9 cotejos jugados, con cuatro empates y dos derrotas. En total, dirigió 31 partidos, de los que ganó 12, empató 12 y perdió 7. En frío, no constituyen cifras para descabezar a ningún entrenador antes del fin del Campeonato, aparentemente. Pero hay algo más que las cifras.

Se afirma que Célico se va porque nunca encontró un estilo de juego. Pero eso suena a excusa del establishment mediático de la Costa. Gustavo Alfaro llevó a Ecuador al Mundial cambiando de esquema y jugadores de acuerdo al rival de turno. O miremos a Pablo Repetto, que exasperaba a los hinchas de LDU por su estilo totalmente definido, incluso cuando ganaba con amplitud. No, no se va por «no haber encontrado un estilo». Se va porque, simplemente, no tuvo suerte, aunque podría decirse que en realidad lo que no tuvo fue suficiente visión para proyectarse en el enorme lío en que se estaba metiendo.

Jorge Célico, con la camiseta de BSC y los dirigentes, cuando fue presentado como el 84 entrenador canario. Foto: @BarcelonaSC

Cuando llegó al equipo canario, en marzo, Célico se mostraba sumamente feliz porque se había presentado la oportunidad perfecta para sacarse una etiqueta que lo acompaña a lo largo de su carrera: es un DT solamente de chicos, de guambras, de juveniles. El único título de su currículum es justamente el Sudamericano Sub 20, una corona histórica para Ecuador. Y podría añadirse el podio del Mundial de esa categoría, otro hito para un país que en fútbol ha ganado poquito.

Gran parte de esos jugadores, fruto de su proceso, ahora brillan en la Tricolor mayor y han despegado en sus carreras, algunos en el exterior. Eso, por sí solo, constituye un legado del cual se debe sentir orgulloso. Pero, por eso mismo, seguía siendo visto como un DT de muchachos. Exitoso, pero de muchachos.

Célico siempre ha luchado por triunfar en un club. Estuvo 8 años en Universidad Católica y, aunque tuvo (relativo) éxito llevando al equipo a la Serie A y luego al colocarlo en torneos internacionales, faltó ese trofeo en la vitrina, ese hit que lo consagrase. Así que, cuando le propusieron hacerse cargo de un proyecto ambicioso con Barcelona SC en que conjugase su buen ojo de formador con la dirección técnica del equipo más popular del país, pues aceptó.

Célico no fue del agrado de gran parte del establishment ‘periodístico’ de la Costa (se enojaron mucho en Guayaquil cuando, algo cansado de las críticas, dijo que él no era el mago David Coperfield), y, realmente, tampoco calzaba en una entidad que es más que un club, en lo simbólico pero también en la estructura de la industria del fútbol. BSC es una enorme máquina de dinero (y de deudas, claro) pero también de agudos problemas que, si no se manejan bien, trituran a jugadores y entrenadores. La presión es inconmensurable.

De entrada, ya fue un error que Célico se hiciera cargo de un plantel que estaba armado previamente y que, justo cuando llegó, comenzara a perder piezas. Sus 188 días como DT canario se parecen a los de un angustiado piloto que, mientras avanzaba la nave, veía como se caían un ala, un motor, una antena. Tenía que reacomodar todo, a veces de fecha a fecha.

Unas piezas se fueron por asuntos financieros, como Byron Castillo, pero otras se perdieron en tramas parecidas a las que concibe el novelista japonés Kotaro Isaka, autor de ‘Tren Bala’. Quién iba a imaginarse que un jugador, precisamente el goleador, es detenido por la Policía Nacional acusado de asuntos muy graves como el secuestro.

Ganar la primera fase fue interpretado más como un azar del destino (por la imprevista victoria del Mushuc Runa sobre IDV y el pésimo cálculo de Luis Zubeldía) que como fruto del trabajo de Célico, una visión injusta o, al menos, incompleta y sesgada. Pesó más en el análisis los fiascos en la Copa Ecuador y las copas internacionales, pese a que era evidente que el plantel no estaba preparado para esos retos. La culpa fue de todos, no solo del DT.

En medio, llegaron algunos refuerzos pero sobresalió el escándalo y el boicot. Y así el camerino le fue sobrepasando. Corrió el runrún de la mala relación de Célico con el volante Damián Díaz y alguno que otro «líder negativo», nunca identificado expresamente. El relajo de los penaltis aumentó la sensación de que el DT no controlaba a su plantilla y fue aprovechado para fuertes debates, quizás exagerados. En muchos equipos del mundo a veces un jugador se muere de ganas por patear un penalti y se anima a pedir la pelota. Estaban a punto de exigirle a Célico que debía designar quién hace los saques de banda.

Difundir ese video de Michael Carcelén tomando cerveza en una fiesta en su día libre fue un golpe mortal para la imagen de Célico. ¡Cómo era posible que al maestro de los jóvenes se le escape ese cervecero detalle! Carcelén ya tiene 25 años, es un adulto, ¡pero cómo es posible! Ese video se filtró cuando Célico ya estaba cerca del nocaut en cuanto a resultados y, en términos futbolísticos, fue un golpe al mentón. Lo de Azogues, con el equipo enfrentando el cotejo con displicencia, solo fue la caída a la lona: Célico no asomó para la rueda de prensa, la que hubiera sido la última.

Ya no sabremos cómo hubiera afrontado Célico las finales pues fue echado del avión en plena picada, a seis fechas de que acabara la segunda fase. No sabremos cómo hubiera aterrizado esa nave, si entero o despedazado. A pesar de las promesas de la dirigencia de que había un proceso (cómo les encanta esa palabra, aunque muy pocos realmente la aplican) hasta el 2023 con Célico como piloto, pudo más el enorme pánico que produce la idea de perder el título en las dos finales. El inmediatismo se impuso.

Porque es un hecho que habrá finales y que Barcelona cerrará de visitante. Y, también, que el rival estará envalentonado, con más energía y sintiéndose favorito. Por eso regresa Fabián Bustos, experto aguafiestas para los equipos serranos, aunque parece que los jugadores no lo quieren de nuevo. ¿Y el proceso? ¿Y la idea de forjar jóvenes para nutrir al club? Se verá.

Lo triste para Célico es que su imagen será maltratada en las finales. Si Barcelona queda campeón, se dirá que fue oportuno el despido del argentino, que se actuó a tiempo para extirparlo y que se ganó a lo Barcelona (y puede ser cierto). Bustos saldrá en hombros. Si se pierde, se dirá que Célico fue el culpable porque desperdició la segunda fase, porque jamás hizo jugar bien al equipo, el cual llegó a las finales sin trabajo y sin la suficiente motivación, y que hizo a todos perder el tiempo. Nadie hablará de que a Célico se le arrebató el derecho de dirigir en esas finales. Lo que sí se puede decir es que su sueño terminó destruido en esa eterna vorágine llamada Barcelona SC.

Mira aquí: Los 5 datos más guapos de la carrea de Jorge Célico
https://www.facebook.com/elguapodelabarra/videos/1473089296479774

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