Pitazo inicial para el Mundial (del lavado de imagen) de Qatar, el país que hace pocos días comenzó a sufrir una avalancha de quejas y pedidos de boicot, casi todos provenientes del mismo Primer Mundo que corteja desde hace décadas con los autoritarios emires de esa pequeña nación.
Aunque esas quejas tienen fundamento, de todos modos siempre hay que sospechar cuando son, no oportunas, sino oportunistas. Porque es cierto que Qatar es gobernado por un régimen antidemocrático, una monarquía que no permite ni sindicatos ni partidos políticos ni mujeres en el Gobierno y que castiga severamente la diversidad sexual. Pero eso ya se sabía hace 10 años, cuando se le otorgó a este país la sede del Mundial.
Quizás eso afectó la calidad del evento inaugural, que careció de muchas de las estrellas que estaban previstas. Ni siquiera cantó Maluma, que defendió su derecho a formar parte de los eventos de apertura y antes de levantarse de una entrevista en que se le mencionó el tema de los derechos humanos. Maluma solo cantó en un fan-fest.
Sí estuvo Jung Kook, miembro del poderoso grupo de K-pop BTS. Pero sobre todo estuvo Morgan Freeman, el legendario actor estadounidense de 85 años que actuó como hilo conductor entre varios números que se desarrollaron en el estadio Al Bayt.

Freeman soltó frases como estas: «Lo que nos une es más grande de lo que nos divide (…) Somos una gran tribu y la Tierra es nuestra tienda». No es sorprendente que Freeman se ponga en la vereda contraria a los discursos progresistas: en el pasado ya ha reclamado a los activistas de su país, a los que acusó de fomentar el odio hacia los blancos y de beneficiarse de sentirse víctimas de una segregación que, para Freeman, ya no existe.
Si bien Freeman le dio unos puntos a Qatar, o mejor dicho, al espíritu conciliador del Mundial, la selección de Ecuador se encargó de entristecer de forma cruel al organizador. El equipo del DT Gustavo Alfaro triunfó por 2-0 con demasiada comodidad. Fue tan fácil, que se instauraron algunas marcas que normalmente tardan algunos cotejos en registrarse.
Ecuador anotó el primer gol y también el segundo; tuvo el primer penalti y además el primer gol anulado (el VAR tuvo razón, aunque muchos lanzaron suspicacias antiqataríes por lo apretado de la jugada). También consiguió el primer record: nunca antes el país organizador había perdido en su primer cotejo, sea luego de la ceremonia inaugural o no. Y nunca antes, el público local se fue en masa del estadio durante el descanso.
Otras cositas que iban a ser de cajón pusieron a Ecuador bajo los reflectores: el primer himno nacional que sonó fue el de Juan León Mera y Antonio Neumane. Fue conmovedor mirar a Hernán Galíndez cantarlo.

Enner Valencia tuvo su revancha personal al demostrar que los Mundiales le quedan bien, luego de sus fiascos en los últimos amistosos. Con sus dos goles, es el ecuatoriano con más anotaciones de la historia de la Copa del Mundo, además de que gracias a él fue la primera vez que Ecuador acabó un primer tiempo con dos goles de ventaja.
Para rematar, Enner se convirtió en el más veterano en anotar en el partido inaugura de un Mundial, con 33 años y 16 días.
Y así se fue el primer día del Mundial, con Enner y Ecuador festejando un triunfo inapelable mientras los hinchas tricolores pedían cerveza en las gradas. Mientras tanto, Qatar sufrió una severa en lo deportivo (de qué valieron los 26 amistosos previos, las concentraciones de lujo y más mimos si, a la hora de la verdad, ningún qatarí pudo patear al arco de Hernán Galíndez) y en lo moral (el abandono en estampida de una porción de los aficionados indica que el Mundial no les importaba tanto a los qataríes como se pregonaba, al menos no a la mayoría). Ni Morgan Freeman los pudo salvar de eso.


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